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Migrar con el alma: cómo la salud mental se convierte en un equipaje invisible
La migración es una experiencia que transforma de manera profunda la vida de millones de personas cada año. Aunque suele centrarse en temas como las políticas migratorias, las condiciones económicas o los trámites legales, hay un aspecto igual de importante que rara vez se toma en cuenta: el impacto emocional de migrar.
Cuando una persona decide dejar su país de origen, no solo deja atrás una geografía o una vivienda. Deja vínculos afectivos, costumbres, redes de apoyo, idioma, cultura, rituales cotidianos y parte de su identidad. Este cúmulo de pérdidas genera lo que los especialistas llaman “duelo migratorio”, un proceso emocional complejo que, si no se reconoce y atiende, puede derivar en distintos trastornos mentales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que los migrantes tienen más riesgo de padecer depresión, ansiedad, estrés postraumático y otras alteraciones emocionales. Este riesgo se incrementa en quienes migran por motivos de violencia, persecución o pobreza extrema. El trayecto migratorio, muchas veces hostil y peligroso, suma una carga adicional de trauma psicológico.
A esto se suma la experiencia de llegada: la adaptación a una cultura nueva, la posible discriminación o xenofobia, la dificultad para encontrar empleo o vivienda digna, y el aislamiento social. Todo ello genera un estado de alerta constante en el cuerpo, que se traduce en insomnio, irritabilidad, tristeza profunda o síntomas físicos como dolores sin causa médica aparente.
En muchos casos, las personas migrantes sienten culpa por estar lejos de sus familias, en especial cuando hay enfermedades, accidentes o pérdidas. La distancia emocional se vuelve una carga silenciosa. También es común que sientan que deben “aguantar” porque migraron “para estar mejor”, lo que inhibe la expresión del dolor o la búsqueda de ayuda profesional.
Lamentablemente, el acceso a servicios de salud mental suele ser limitado para esta población. Ya sea por barreras económicas, idiomáticas, legales o por desconocimiento de los servicios disponibles, miles de personas migrantes atraviesan estos procesos en completa soledad. El estigma hacia la salud mental y el temor a ser deportados si revelan inestabilidad emocional también influyen.
Por fortuna, hay proyectos que buscan cambiar esta realidad. Iniciativas como Tu Círculo brindan atención psicológica especializada para migrantes en su idioma, con enfoque cultural y mediante plataformas digitales. Esto permite que quienes viven en cualquier parte del mundo puedan acceder a acompañamiento emocional sin tener que enfrentar prejuicios o barreras.
Reconocer el dolor emocional de migrar es un acto de dignidad. Validar lo que se siente, hablarlo, y buscar ayuda son pasos fundamentales para recuperar el bienestar. La salud mental no debe ser un privilegio: es un derecho, incluso —y sobre todo— para quienes cruzan fronteras con el corazón en duelo.
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